De vez en cuando miro al cielo,
veo las estrellas y recuerdo que no somos nada. Enanos, pero con una esperanza
gigante. Agarramos nuestra Tierra con nuestras mentes, la rodeamos de ideas, de
leyes, de sueños.
La inteligencia que tenemos los
humanos y que otros animales no tienen; el poder pensar. Esto hace que nos
creamos superiores y, sobre todo, que seamos egocéntricos. Lo vemos en la manera de
controlar el planeta o el creer que nos encontramos en la mejor etapa de la Tierra.
Es tal y como la hemos ido dando forma, como una figura de arcilla.
Damos una vuelta por el pasado de
la raza humana y encontramos cosas bellas como el arte, la filosofía o la
cultura. ¿Y sí hoy fuese el último día de la Tierra? Daría tanta pena. Todo
aquello que hemos construido con nuestras manos, con nuestra cabeza, con
nuestros corazones. Las pirámides de Egipto, la música de Beethoven, la Mona
Lisa, el Quijote, la democracia… Adiós a todos esos recuerdos que hemos estado
guardando, como aquellas pegatinas de pingüinos, de cuando tenía ocho años, que
guardo con cariño en la carpeta azul.
¿Qué importarían los dos euros
que me deben? ¿Qué importaría el precio del petróleo? Algunas personas se
preocupan por sus gallinas, otras por su empresa y otras por su país. En la historia del ser
humano podemos clasificar una multiplicidad de movimientos, culturas,
religiones e intereses. Así llegamos
a la conclusión de que es muy difícil ponerse de acuerdo con tantas
diferencias, con un planeta tan dividido. De haber tanta variedad de
pensamientos, deberíamos acercarnos más, convivir con todas esas creencias,
estar unidos, escucharnos. Si hay guerras es porque algo no está funcionando
bien.
Durante miles de años, la especie
humana hemos ido evolucionando según hemos creído conveniente. Todo lo que
inventamos, como el dinero o las leyes, lo hemos ideado completamente
convencidos de estar mejorando, creyendo estar construyendo el planeta
perfecto. Si hoy fuese el último día de la Tierra, el mundo seguiría su curso sin ningún problema. Este planeta
que tanto adoramos, puesto que es el nuestro, podría desaparecer y el universo
ni lo notaría.
Aquello que para nosotros posee
un valor colosal, aquello que lo consideramos sublime, no es tan importante si
lo comparamos con el espacio. Lo que los seres humanos construimos, inventamos
o descubrimos es directamente para nosotros. Sólo nos preocupamos de nosotros
mismos, de nuestro planeta y de las cosas que tenemos a nuestro alrededor. Para
la propia Tierra, la raza humana es perjudicial. Como decía el filósofo Jean Paul Sartre,
"el mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin
el hombre".
Cuando los humanos creemos estar
mejorando, empeoramos otra parte más significante del mundo. Somos el único ser
vivo en la Tierra, capaz de destruirla; y por desgracia, poco a poco lo vamos
consiguiendo. Puede que la capacidad de pensar que se nos ha otorgado, haya
sido un lastre. Posiblemente, si los seres humanos no hubiésemos existido tal
como somos, sí que se podría afirmar que el planeta azul es perfecto. Las
personas desgastamos la Tierra, y a este paso, acabaremos por devastarla. Cada
vez estamos más cerca de que el último día de la Tierra sea hoy.
Todo lo inventado por el ser
humano lo vemos lógico desde que nacemos. El dinero es un invento del hombre
que ha pasado a dominarnos, es el nuevo Dios de la sociedad actual, maneja y
decide nuestras vidas. Se dice que habitamos una sociedad en parte relativista,
excepto en el tema del dinero. Si hoy en día, desapareciese este invento, sería
el caos absoluto. Pero, ¿si no hubiese existido nunca? Imagina un mundo con
valores completamente distintos, donde el dinero no existe y lo importante no
es uno mismo y lo que nos rodea, sino el todo. Posiblemente para un pobre, sea
más fácil imaginárselo.
Los valores que los seres humanos
hemos atribuido a la vida, unidos por los sentimientos, nublan que, en
realidad, los hombres somos insignificantes. Buscamos tener todo el poder, creer
conocerlo todo y que todo ello es lo correcto. Se suele oír que el fin del
mundo llegará cuando los seres humanos hayamos perdido los verdaderos valores.
Un cielo estrellado es tan precioso. Diría que es lo más bello que he visto, de todas aquellas cosas que he contemplado. No cambiaría no poder volver a admirar las estrellas ni por todo el dinero del mundo. Sentir que están tan lejos esos puntitos luminosos. En todo el recorrido que medimos en nuestra cabeza para tener conciencia de la distancia que nos separa a las personas de las estrellas, apreciamos lo enorme que es nuestra ignorancia. Al menos, aunque el último día de la Tierra fuese hoy, las estrellas seguirían brillando en el universo.
Curiosa la fecha de caducidad de este yogur. ¿Casualidad? |
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