5 de diciembre de 2012

Las cuatro y media pasadas de la mañana

Amor, te quiero. Comienzo a acariciarte el cuello mientras duermes y meto mi mano por la parte de arriba de tu pijama masajeándote la espalda, caliente y suave. Saco mi mano para volver a escribir y me lanzas un sonido tierno que viene a decir: “Me encanta, hazme mas, vuelve a tocarme la espalda”.

El dolor de espalda se ha vuelto un incordio, ya llevo una semana sintiéndolo. Tú también lo tienes. Debería descubrir de donde procede, ¿será el colchón como dices? Es una cama individual y aquí dormimos los dos, tu ocupando dos tercios. En mi cama duermo mejor. No es por fardar, simplemente es más grande y entramos los dos, cada uno con el espacio suficiente para no molestar al otro. Si algún día me independizo, que espero que sí, daré mucha importancia a la cama. Es el sitio en el que más tiempo permanecemos, donde descansamos de los días duros para enfrentarnos con viveza a los siguientes, donde suelen tener lugar las decisiones más importantes de la vida, donde soñamos.

Hablando de sueños, ¿a alguien se le ha hecho alguno realidad? No aquellos sueños que poseemos como objetivos en la vida, sino los que imaginamos cuando dormimos. Sinceramente, a mí nunca y no me gustaría que se hiciesen realidad. Más que nada porque no todo lo que sueño son cuentos de hadas, también hay pesadillas y con la suerte que yo tengo… seguro que se me hace realidad una de ellas.

De todas formas, hay un sueño que me ha venido a mi cabeza en varias ocasiones, hasta pensé que había ocurrido de verdad de lo real que parecía. En el sueño volaba. Espero que nunca jamás pierda la esperanza de que algún día de mi vida demuestre, a mí mismo o a quien sea, que puedo volar. Parece una locura, quizás lo sea, pero en mi vida siempre he descrito la locura como algo positivo, algo de lo que sentirse orgulloso. Ser capaz de imaginar, de crear sueños, de poner en práctica el dicho “la originalidad al poder”. Puede que solo sea una forma de huir de una realidad que me atemoriza, y de ser raro para sentirme especial. No sé si algún día sabré porque quiero ser distinto de los demás. Hasta entonces, seguiré creyendo que esta sociedad no me corresponde, que soy un buscador de sonrisas y que el mundo de ‘Nunca jamás’, existe.

Las cuatro y media pasadas de la mañana y yo aquí, acostado en la cama, escribiendo mis pensamientos. Me suena de algo, hacía ya tiempo desde la última vez que tuve un bolígrafo en mano para retratar mi personalidad.

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